ESTUDIOS DE GÉNERO EN PSICOLOGÍA (II): Diferencias de Sexo en Inteligencia

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Los primeros estudios psicológicos que se hicieron sobre las diferencias entre hombres y mujeres tenían un sesgo de género muy fuerte, siguieron en la línea ideológica de los estudios médicos y las teorías biológicas del siglo XIX.

ESTUDIO DE LAS DIFERENCIAS DE SEXO EN INTELIGENCIA

Se hicieron varios estudios entre 1891 y 1936, en los que se utilizaron las categorías que en aquél momento se consideraban sexo: hombre y mujer, a la cual se le atribuían cualidades exclusivamente fisiológicas, y mediante las cuales justificarían rasgos y roles de género. Los autores de estos estudios buscaban demostrar que si la anatomía cerebral era diferente en hombres y mujeres, la inteligencia también debía serlo. El fin era demostrar la superioridad masculina en la capacidad de inteligencia, y se realizaron relacionando el nivel de inteligencia con el sexo de la persona:

Joseph Jastrow buscó demostrar la superioridad masculina en inteligencia a través de realizar un test con grupos de estudiantes, en los que tenían que escribir 100 palabras en poco tiempo. Tras realizarlo llegó a la conclusión de que las mujeres eran menos variables que los hombres y confirmó la hipótesis de la variabilidad de Darwin. Para decir esto se basó en que las palabras que escogían ellas eran mucho más parecidas entre sí que las que escogían sus compañeros.

Avelock Ellis se basó en datos anatómicos y patológicos. Entre los datos que tomó destacó que había mayor cantidad de hombres que de mujeres en instituciones para “deficientes mentales”*, y también mayor cantidad de hombres “genios” y con puestos de poder. Al ver confirmada nuevamente la hipótesis de la variabilidad, asumió que también se podía aplicar a los rasgos de carácter y a la educación. Es decir, que los hombres, además de tener un rango más amplio en grados de inteligencia, también la tendrían en diferentes cualidades del carácter, y en capacidad de aprendizaje.

Edwar Lee Thorndike aplicó la hipótesis de la variabilidad a los test mentales y a la educación. Mediante la realización de cuestionarios, llegó a la conclusión de que las diferencias entre hombres y mujeres eran pocas, y que la relación que la inteligencia podía tener con el sexo era escasa… Pero también definió talentos innatos y dictaminó que debían canalizarse hacia áreas de mayor utilidad: en el caso de la mujer: matrimonio y crianza, dando por sentado que estas dos facetas de su vida iban a hacer mediocre su carrera profesional y eran demasiado importantes como para dejarlas de lado.

Al confirmar en los resultados de estos estudios la hipótesis de la variabilidad de Darwin, se afianzó la idea de que en nuestra especie las cualidades en inteligencia entre las mujeres eran más homogéneas y no se presentaban muchas diferencias entre unas y otras: no destacaban por su inteligencia, pero tampoco tenían incapacidades reseñables. Mientras que en los hombres se observaban unas diferencias notables: hombres con poca inteligencia, y hombres con inteligencias brillantes.

Por ello se consideró a las mujeres como inferiores, atribuyéndoles menores capacidades de: liderazgo, inteligencia y  aprendizaje; mientras que estas mismas características a los hombres se les reconocieron como algo natural. Recordemos que esto coincidía también con la idea de la limitación innata femenina, refutada por las mediciones de la Antropometría médica de autores como Broca.

CRÍTICA DE LA ÉPOCA A LOS ESTUDIOS QUE DEMOSTRARON LA SUPERIORIDAD MASCULINA EN INTELIGENCIA

Las diferencias de sexo en inteligencia se realizaron mediante estudios que recibieron críticas, al considerarlos muy marcados por las creencias populares de su época, y ser poco exhaustivos y críticos con los métodos empleados y el tipo de preguntas realizadas para medir esas diferencias.

Karl Pearson señaló que el estudio de Ellis no era imparcial, y puso en duda que los hombres fueran superiores a las mujeres. Para ello desestimó la idea de que los hombres tenían una gama de inteligencias más amplia. Propuso que no tenía sentido fijarse únicamente en los extremos y contar a dedo, y reunió datos de medición fisiológica tanto de hombres como de mujeres de todas las “razas”* a las que tuvo acceso, para concluir que la hipótesis de la variabilidad de Darwin no era demostrable en la especie humana.

Pese a esto continuaron los estudios, así que Mary Whiton Calkins criticó los trabajos de Ellis y Jastrow tras hacer un experimento de preguntas con mujeres. Su conclusión fue que los intentos por encasillar las inteligencias de hombres y mujeres eran en vano, por la incapacidad que había de separar la diferencia que observaban, de la realidad social y fisiológica que había.

Helen Bradfor Thompson hizo un estudio en el que medía características psicológicas como: capacidad motriz, sensación, intelecto y afecto, en un grupo de hombres y mujeres. Los resultados la llevaron a concluir que las diferencias entre los sexos en la mayor parte de los puntos eran mínimas, y que estaban más relacionadas con habilidad personal y expectativas sociales diferentes para las personas de cada sexo, que con diferencias fisiológicas. Hizo una crítica muy grande de Ellis y consideró su estudio prejuicioso y poco profesional.

Los estudios sobre la variabilidad continuaron sin hacer mucho caso de estas nuevas demostraciones, y Leta Stetter Hollingworth volvió a centrarse en los centros de “deficientes mentales”, para descubrir que, para que una mujer fuera diagnosticada como tal, debía tener unas características mucho más profundas que los hombres, y que, normalmente, a las mujeres con “deficiencia mental” las cuidaban las familias en sus casas, y les encomendaban tareas del hogar.

Estas autoras impulsaron la siguiente racha de estudios al quitar fuerza a la hipótesis de la variabilidad. Es el primer paso de la historia científica en el que se plantea estudiar las Diferencias de Género, y dará lugar a etapas posteriores muy ricas que han dado mucho que pensar.

A mí la lectura sobre esta etapa de la psicología diferencial me llevó a plantearme varias preguntas, de las cuales la más importante fue: ¿Las conclusiones de estos estudios son algo que haya quedado tan atrás? Pienso que hay cosas de estos estudios que se siguen arrastrando a día de hoy ¿Se te ocurre algún ejemplo? Si quieres comparte tu opinión en los comentarios.

*NOTA: He empleado las expresiones “deficiente mental” y “raza”, porque en aquella época se barajaban estos términos.

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Siglo XIX

15 respuestas a «ESTUDIOS DE GÉNERO EN PSICOLOGÍA (II): Diferencias de Sexo en Inteligencia»

  1. Me ha encantado tu texto. Los temas sobre el género me resultan interesantísimos. Soy psicóloga, y creo que cuando damos una mirada hacia sobre cómo se estudiaban, comprendían y analizaban las cosas, pues logramos entender un poco nuestros sesgos actuales.
    Esto me recuerda un poco a aquel experimento que hizo con un grupo de profesionales en los que debían encontrar las dferencias entre dos razas de conejos. Bueno, al final se encontraron las diferencias. Lo interesante fue que los conejos de ambos grupos eran de la misma raza, pero al haber la necesidad de encontrar diferencias y generalizaciones, pues, se encontraron. Te sigo desde ya, y veré a ver qué más me encuentro en tu blog.

    1. No puedo estar más de acuerdo contigo en que mirando hacia atrás y comprendiendo cómo se contemplaban las cosas antes en la investigación y los sesgos que había, se pueden comprender mejor los sesgos que hay ahora. Me parece un tema fascinante y al que es muy importante dar lugar en los debates científicos para que podamos ir dejando atrás estos sesgos. Estoy leyendo mucho al respecto últimamente porque es un tema que me apasiona.
      ¡Y me encanta la anécdota de los conejos para ejemplificarlo!

      Espero que nos sigamos leyendo. Yo también soy seguidora de tu blog, y ya he leído un par de artículos que me han parecido de una delicadeza riquísima 🙂

  2. No conocía este estudio (aunque me imaginé que existía algo así) y aunque me parece interesante no deja de hacerme ruido, sobre todo porque me da la sensación de que actualmente las cosas no son muy distintas, la diferencia es que están mejor maquilladas.
    Muy buen post. ¡Un saludo!

    1. Es una lástima, pero es una realidad que hay mucho sesgo marcado por las creencias, y que si quien investiga es una persona misógina, querrá demostrar cosas misóginas y seguramente lo logre, porque en psicología es fácil obtener los resultados que se buscan… desgraciadamente soló hay que saber dónde buscar para obtenerlos. Pero sí, es la realidad, yo leo el capítulo de las diferencias anatómicas y funcionales del cerebro de mi manual de neurociencia (editado en 2014), y me echo a temblar de que todavía se siga trabajando con prejuicios tan grandes.

      Gracias por tu aportación 🙂

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